Todo comienza con la recolecta de la uva, o vendimia, una vez este en su estado maduro. Comenzando alrededor de Septiembre – Octubre (hemisferio norte), o Marzo – Abril (hemisferio sur), es uno de los momentos de mayor actividad en los viñedos. La recolecta se puede hacer a mano cuando se quiere tener un vino de la más alta calidad, o maquina cuando se quiere optimizar el tiempo de cosecha. Hoy en día, la vendimia también se conoce como una fiesta organizada por cada casa vitivinícola o viñedo en celebración de sus vinos.

Después de la recolecta, las uvas se trasladan a la bodega de vinificación. Es común tomar precauciones durante el traslado como el transporte durante la noche o el uso de dióxido de sulfuro para proteger la acidez y frescura de las uvas blancas.

Se separan los tallos, hojas y otros materiales ajenos a la uva, y se truenan ligeramente las uvas para comenzar a liberar los jugos. Los tallos, hojas y otros materiales como insectos, tierra, piedras, pueden agregar sabores desagradables al vino.

Las uvas son inmediatamente prensadas para liberar todos los jugos y separarlos del contacto con semillas y pieles. Se utiliza un tanque especial donde una prensa libera poco a poco todos los jugos de los materiales sólidos. En los vinos blancos, el contacto con semillas y pieles no es deseado para evitar el traspaso de taninos y colores. Después del prensado, el jugo se traslada a un tanque para su estabilización y clarificado.

El jugo, que aún tiene materias solidas minúsculas, va por un proceso de clarificado, que es cuando se agregan enzimas al vino o se filtra para poder quitar todos estos elementos y dejar un jugo completamente claro.

La fermentación es el proceso en el cual las levaduras, o bacterias, consumen el azúcar de la uva y la transforma en alcohol y dióxido de carbono. Esta fermentación puede tomar desde 2 semanas hasta 7 semanas o más dependiendo del tipo de vino a hacer.

La fermentación malo láctica es una segunda fermentación del vino en las cuales otro tipo de levadura comienza a consumir el ácido málico del vino para convertirlo en ácido láctico. Este proceso es opcional para los vinos blancos, ya que resta de la característica frutal y acida del vino. Estos ácidos son los mismos que se encuentran en la leche, dejando notas a leche, yogurt, queso, u otros productos lácteos.

Cuando la fermentación termina, las levaduras y bacterias mueren y crean las partículas conocidas como lías. Estas lías bajan al fondo del contenedor y se mantienen ahí. El productor de vino tiene la opción de seguir mezclando estas partículas, usando un bastón de madera por varias semanas. El efecto de esta mezcla es la adición a notas de pan, pan tostado y masa de pan.

En esta etapa se tiene un vino mono varietal con elementos primarios y secundarios. En muchas ocasiones, se desea agregar algún elemento al vino. Por ejemplo, a un chardonnay con acidez baja se balancea con un Chenin Blanc de acidez alta. En otras ocasiones, la casa vinícola tiene una marca establecida de vino, con un sabor en particular. Para lograr tener el mismo perfil aromático año con año, es necesario mezclar diferentes uvas. Cada temporada se usarán porcentajes diferentes de uvas diferentes, o incluso vinos de años diferentes, pero el sabor permanecerá igual.

El jugo se deja reposar en contenedores de añejamiento. Los contenedores son varios y cada uno tiene un propósito. Los más comunes el día de hoy son los tanques de acero inoxidable y las barricas de roble de 225 litros.

Una vez terminado el proceso de añejamiento, el vino es embotellado. Esto puede ser en corcho de madera o en corcholata metálica. Posterior al embotellado, el vino es etiquetado. La etiqueta tiene que cumplir con los reglamentos del país, cada lugar tiene su propio reglamento a seguir, aunque en general, la etiqueta tiene que mencionar el productor, contenido alcohólico y restricciones de toma a menores.